Cosas que me envuelven: Un espacio que no puedo llenar, un tiempo que no puedo seguir, el acerado brillo metálico de las relaciones humanas, el temor del abismo y la muerte, el miedo a quedarme sólo y abandonado… Una manta recia y cálida en la noche fría, el contacto con una idea amable y abierta, el baile interminable, desafiante, apasionado de la vida; un beso, una caricia furtiva en un día gris, todas las músicas que conectan con el corazón rítmico de la tierra, la expresión de un ser desnudo... que ante todo ama.
Envuelto me presento al mundo y a mi mismo. Envuelto me lleno de consistencia, me hago visible. Mis mejores ideas, mis anhelados deseos, mis temores más profundos, sólo son los harapos con los que me disfrazo para que tú me veas. Tú tampoco eres diferente. Te acercas a mi envuelto en tu aura de misterio, en acomodadas palabras, en el temor y la perplejidad de lo desconocido. No nos conocemos, por eso esperamos.
Yo espero a ver cómo te desenvuelves, cómo te muestras. Espero a que te pongas al descubierto, a que reveles tu verdad. Espero a que te desnudes. Y sólo en la medida que tú lo haces, paso a paso, yo me desenvuelvo ante ti, también paso a paso. Eso es lo que me dijeron, lo que aprendí: desconfía de las envolturas de la gente, no te fíes de lo aparente, y espera.
Ahora estoy aprendiendo a mostrarme en todo momento, sin espera. Estoy aprendiendo a envolverme de la confianza necesaria, a desenvolverme sin tapujos en cualquier situación en la que tú y yo coincidimos. Desde mi primer encuentro contigo, procuro ponerme al descubierto, desenvuelto, aun cuando todavía sienta ahí fuera un frío que me cala hasta los huesos, aún cuando el temor a la oscura inmensidad que tú abres con tu presencia se lance presto sobre mi para envolverme de confusión y miedo. Pacto con mis miedos aperturas posibles en su manto sólido y gris, desde las que mostrarme a ti. Envuelto en miedo y amor, envuelto en dicha y pesar, envuelto en la infinidad de líneas que me conectan contigo, que me unen a ti. Desenvuelto, en fin.