Un aspecto destacado de los sistemas complejos (los seres vivos, incluidos los seres humanos y los grupos que formamos, somos sistemas complejos) es su tendencia natural hacia la integración, hacia la unión armónica de las partes diferenciadas del sistema. En el proceso de diferenciación, las partes de un sistema se afirman en su individualidad, en su ser único y especializado, pero para mostrar todo su potencial es necesario un proceso paralelo de integración, de reconocerse como partes de una totalidad mayor que acoge y da sentido a lo que cada parte expresa por separado (comunión). De acuerdo con la teoría de la complejidad, un sistema capaz de diferenciarse en partes que colaboran armónicamente entre sí alcanza el máximo grado de auto-organización y complejidad. Si, por el contrario, el sistema no mantiene unidas sus partes diferenciadas o no permite una diferenciación real de sus partes, entonces cae en el caos o en la rigidez. En las relaciones y grupos humanos, la armonía es el resultado de una aceptación respetuosa de nuestra singularidad y diversidad como personas (diferenciación) en un espacio relacional sostenido por una comunicación honesta y empática (integración). Para poder vivir esta armonía a nivel personal, es necesario que se de un proceso similar en todos los sistemas que nos constituyen como seres humanos, incluyendo el cuerpo físico, emocional, mental y energético.
La armonía y la coherencia que resultan de tales procesos de diferenciación / integración son la base principal de la salud y el bienestar. Si todos los procesos que nos afectan como seres humanos fueran armoniosos y coherentes, esto es si en todos ellos hubiera una integración suave y armoniosa de partes diferenciadas abiertas a su máximo potencial expresivo, entonces posiblemente gozaríamos de una salud plena y de mayor bienestar. La enfermedad, en este sentido, es simplemente una falta de diferenciación expresiva (rigidez, opresión) o una falta de integración de partes diferenciadas (caos, individualismo). Si la armonía y la salud es la tendencia natural de todos los sistemas complejos, nuestro trabajo como padres, educadores, terapeutas o facilitadores es claro: liberar la inclinación natural en las personas y en los grupos, en tanto que sistemas vivos, hacia la integración y la armonía, hacia la salud y el bienestar, ayudándoles a superar bloqueos limitantes (rigidez), a detener la tendencia a la disgregación (caos) y a abrirse al flujo relacional que sostiene la vida. Claro que para poder hacer bien este trabajo, necesitamos estar preparados y, bueno, ‘poc a poc’.