5 sept 2015
Mind in life
Mind in life es el título de un libro que estoy leyendo en estos momentos y que ha sido escrito por Evan Thompson, colaborador de Francisco Varela y coautor de la teoría enactiva de la mente. Esta teoría afirma algo bien sencillo: donde hay vida hay mente, incluso en su forma más compleja la mente pertenece a la vida. Todos los seres vivos, desde la célula más simple al sofisticado ser humano, tienen por tanto mente, o mejor dicho, realizan actividades que se pueden llamar mentales. No es necesario disponer de un cerebro para aprender y responder ‘inteligentemente’ a las demandas de un entorno cambiante, basta tener un ‘cuerpo’ capaz de organizarse autónomamente y de relacionarse (en)activamente con el mundo. El cerebro sólo aparece cuando la vida se pone en movimiento, es un elemento básico para la coordinación de percepción y acción. El sistema nervioso del que disponen algunos seres vivos añade complejidad a la mente, pero no cambia su esencia. No ‘controla' el cuerpo ni el comportamiento. Se trata de un sistema autónomo que se dedica a generar y mantener sus propios patrones de actividad de manera coherente y significativa, a partir de la información que le llega desde el propio cuerpo y de las relaciones que establece dicho ser vivo con el mundo. Toda actividad mental (percibir, pensar, sentir, imaginar…) es el resultado emergente de recurrentes patrones de actividad que implican al cerebro, al cuerpo y al mundo. “Mental life is bodily life and is situated in the world”, afirma Thompson. Por otra parte, ese mundo que percibimos y con el que nos relacionamos no es en realidad algo externo y dado objetivamente, no es algo que podamos representar internamente en nuestra mente (tampoco es algo ficticio o irreal). Es más bien un dominio relacional, diferente para cada ser vivo, recreado en cada instante, en cada interacción que dicho ser vivo mantiene con él. Los seres humanos, todos los seres vivos, todos los seres, cocreamos el mundo en cada instante, con cada decisión que tomamos, con cada paso que damos, con cada acción, cada encuentro. Nos hacemos a la vez, el mundo y nosotros, el mundo nos hace y nosotros hacemos el mundo, en un proceso espiral en el que en cada vuelta la conciencia se expande y el espíritu se manifiesta.
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