Cuando llega la noche se encienden todos los fuegos. Algunos alumbran oscuras cavernas en las profundidades de la Tierra. Otros alimentan menguadas hogueras con las que se calientan millones de personas. Los más buscados, los que solo son visibles en la sonrisa expectante de una niña, en la calurosa mirada de un amante, o en el rostro relajado de una anciana que ha visto cumplir sus sueños, mantienen viva con desigual fortuna la llama que nutre nuestros corazones.