Cuando un grupo de personas se reúne para llevar a cabo un proyecto es fundamental que todas ellas comprendan por igual qué es exactamente lo que quieren hacer y cómo pretenden conseguirlo. Tanto si quieran crear una comunidad de vida como poner en marcha un emprendimiento económico o social, deben asegurarse de que comparten la misma visión del proyecto, al menos en sus líneas más generales. Si no lo hacen, y resulta que sus visiones son diferentes, se encontrarán con problemas y conflictos de muy difícil solución.
La mayoría de las veces, un grupo se forma a partir de un conjunto de personas que se conocen y que han intercambiado sus puntos de vista sobre diversos temas que ahora quieren concretar en un proyecto común. Normalmente estos intercambios iniciales son bastante indefinidos, exageran los elementos conectores y descuidan deliberadamente aquellos aspectos en los que existen diferencias claras. La ilusión por hacer algo compartido funciona como un filtro que se abre para el acuerdo y se cierra para la diferencia. La gente da por supuesto que todos comparten la misma visión, cuando en realidad lo que ocurre es que cada uno mantiene su visión mostrando sólo aquellos aspectos en los que todo el mundo parece estar de acuerdo. Estas diferentes visiones se mantienen secretamente en el proceso de realización del proyecto hasta que terminan chocando. Ocurre cuando, a la hora de tener que resolver un problema concreto, una persona aporta una solución que resulta coherente con su visión pero incompatible con la visión de otro miembro del grupo. Se produce entonces un conflicto inevitable y de muy difícil solución. Para evitar este tipo de situaciones conflictivas, hubiera bastado haber hecho desde el principio el pequeño esfuerzo de concretar una visión común, compartida por todas las personas que integran el grupo.
De acuerdo con Diana L. Christian, una visión bien elaborada “describe el futuro compartido que queremos crear, recoge los valores fundamentales del grupo, expresa una idea con la que todos nos identificamos, ayuda a unificar nuestro esfuerzo individual, sirve de punto de referencia al que volver en caso de confusión o desacuerdo, mantiene la inspiración del grupo y nos recuerda nuestro compromiso con el proyecto”. Algunos de los elementos específicos que forman el contenido de una visión común son la visión, la misión, los valores, los intereses, los objetivos, las aspiraciones y las estrategias. La visión es una frase general que recrea el futuro que queremos crear. Habla del qué y del por qué. La misión es la manera en que queremos hacer manifiesta nuestra visión en términos físicos concretos. Es igualmente una frase general que habla del cómo. Los valores son cualidades que queremos estén presentes en nuestras relaciones y en las relaciones que mantenemos con la naturaleza. Intereses, objetivos, aspiraciones y estrategias sirven para desarrollar la visión en términos concretos y con cierto detalle.
Desarrollar una visión compartida es un ejercicio muy valioso para empezar a crear ese espacio de participación que define la comunidad y que se basa en la confianza y la compasión. Existen varias técnicas disponibles que se pueden utilizar para crear una visión común. Son ejercicios que pueden durar desde unas horas hasta varios días, o extenderse incluso a lo largo de varios meses. La principal característica de todas estas técnicas es su habilidad para conducir de manera creativa y positiva un proceso en el que, por primera vez, las personas implicadas en un proyecto no sólo exponen aquellos aspectos de su visión que coinciden con los demás, sino que exponen también abiertamente sus diferencias. Reconocer las diferencias, aceptarlas y no escandalizarse por ellas es un primer paso fundamental para inculcar compasión y confianza en el grupo, que empieza así a funcionar con una base sólida de la que podrá aprovecharse en el futuro.
En este artículo quisiera destacar algunos temas a los que es necesario prestar atención para saber si realmente compartimos una misma visión. Para ordenarlos, los he dividido de acuerdo a las cuatro dimensiones del ser humano: social, ecológica, económica y cultural. Sería bueno que un grupo revisase la siguiente lista y comprobase si realmente mantiene una visión común en torno a aquellos temas de la lista que le parezcan relevantes. La lista no pretende ser exhaustiva (no contiene todos los temas relevantes para todos los grupos) ni tampoco completamente necesaria (no todos los temas de la lista son relevantes para un grupo). Su interés radica más bien en servir de apoyo para que un grupo reflexione sobre lo que considera realmente relevante y valore el grado de acuerdo existente antes de lanzar definitivamente el proyecto.
Dimensión social. Los principales asuntos aquí son la gobernanza, quién y cómo se toman las decisiones; la intimidad, dónde termina lo privado y empieza la público; la gestión emocional y del conflicto; y el alcance del proyecto. En el tema de la gobernanza, por ejemplo, el abanico de posibilidades sobre quién toma las decisiones va desde el igualitarismo asambleario por un lado —todos deciden sobre todo—, hasta algún tipo de jerarquía por otro lado —unos pocos deciden—, pasando por opciones como la creación de comisiones o la holocracia. Por otra parte, las decisiones se pueden tomar por consenso, o algún otro método deliberativo, por votación, o por delegación, de manera que una persona o varias deciden por todos. Cualquier opción es posible dentro de parámetros democráticos, siempre que a todo el mundo le parezca bien. Lo importante es asegurarse que todo el grupo tiene una visión común sobre este punto. En caso de duda o desconocimiento, resulta igualmente recomendable pedir ayuda a un experto para conocer bien cuáles son las opciones disponibles.
En el tema de la intimidad, las opciones van desde una situación en la que se comparte todo o casi todo, por lo que todo es espacio público, a otro extremo en el que apenas se comparte nada, en el que todo es privado o se gestiona privadamente. De nuevo, un grupo tiene que saber dónde se sitúa en este tema. Un grupo tiene que decir también si la gestión emocional y de los conflictos se hace colectivamente (espacio público), o se deja en manos de las personas afectadas (espacio privado). Por último, en relación con el alcance de un proyecto, es bueno saber si está a una en cuanto al tamaño del proyecto, su alcance geográfico (local, biorregional o global), su apertura al exterior, etc.
Dimensión ecológica. Aunque todavía muy pocos proyectos de emprendimiento tienen completamente en cuenta esta dimensión, cada vez más grupos empiezan a introducir consideraciones ecológicas en su visión común. Los temas principales aquí serían: agua, energía, transporte, contaminación y gestión de residuos, alimentos y construcción; además de otros temas transversales referidos al diseño global del proyecto. Un grupo debe incluir en su visión común cuál es su parecer sobre estos temas, si el proyecto aspira a tener una huella ecológica reducida, si pretende ser un proyecto neutro en emisiones de CO2, si aspira a la autosuficiencia energética o al uso de energías renovables, si la soberanía alimentaria o la producción ecológica de alimentos son asuntos importantes para el grupo, si se quiere utilizar un enfoque sistémico como los que proporciona la ecología industrial o la permacultura, etc. De nuevo, en caso de duda y desconocimiento, resulta útil pedir ayuda y dejarse asesorar por un experto.
Dimensión económica. En los últimos años se han multiplicado los signos de una nueva economía que no aspira tanto a la obtención pura y dura de beneficios privados, sino a la creación de riqueza colectiva y la satisfacción de necesidades personales no exclusivamente materiales. Dentro de esta economía, los principales asuntos que un grupo debe tener en cuenta tienen que ver con la propiedad, la producción, el trabajo, el dinero, y el alcance. En relación con el tema de la propiedad las opciones van desde la propiedad colectiva a la propiedad privada, pasando por diferentes formas mixtas. Por ejemplo, algunas ecoaldeas mantienen la propiedad colectiva del suelo, pero permiten la propiedad de la vivienda, o la existencia de empresas privadas. Y lo mismo ocurre con los frutos del trabajo: en las comunidades de economía común toda la riqueza producida se gestiona colectivamente, independientemente de la aportación individual; mientras que en las ecoaldeas de tipo ‘covivienda’, cada familia gestiona sus ingresos y contribuye a la comunidad con un fondo común. Todas las opciones son válidas siempre que se pongan en marcha mecanismos para asegurar que nadie queda al margen de la riqueza colectivamente creada (seguridad económica).
En el tema de la producción, un grupo debe tener claro qué está dispuesto a producir y qué queda fuera por razones éticas o de otro tipo. Si el grupo apuesta por un desarrollo sostenible es bueno aclarar qué se entiende por esto, ya que el término es demasiado vago. En relación al trabajo, resulta conveniente saber si el grupo apuesta por una valoración igualitaria del tiempo de trabajo (una hora es una hora para todos los trabajos) o prefiere valorarlo desigualmente siempre que se respeten ciertos límites. Si se espera que todos los miembros del grupo trabajen por igual, o se va a permitir que cada uno elija cuánto quiere trabajar (lo que de alguna forma, mide el grado de compromiso con el proyecto). En el tema del dinero, un grupo debe plantearse si admite cualquier fuente de financiación o no, dónde guardar los ahorros o en qué proyectos externos invertirlos, si funciona sólo con moneda de curso legal o está dispuesto a aceptar monedas complementarias, etc. Por último, en cuanto al alcance del proyecto, de nuevo es importante plantearse si se apuesta por una economía local o de escala, o por una economía más global y en qué grado.
Dimensión cultural. Tal vez el principal asunto de esta dimensión que puede marcar diferencias claras en un grupo tiene que ver con los estilos de vida. Las opciones son muchas, desde la apuesta por una simplicidad radical, sin apenas consumo, energía o tecnología punta, hasta la aceptación de diferentes grados de confort material. O la preferencia por ‘más estructura’ versus ‘dejarse fluir’. Ambas suelen ser una fuente de problemas si no se consideran a tiempo. También en el tema de la espiritualidad, otro asunto que puede suponer diferencias insalvables, es recomendable que el grupo deje clara su postura desde el inicio, al menos si el tema es relevante para algunos miembros. La relación con los animales suele ser igualmente un tema que genera controversia, especialmente si en el grupo hay personas muy sensibles al trato que se suele dar a los animales domésticos. Educación y salud son, finalmente, dos temas normalmente importantes para grupos que quieren vivir en comunidad. Sería, por tanto, recomendable que hablaran de ellos y comprobaran el grado de acuerdo que tienen al respecto.
Una visión común no es, finalmente, un documento estanco que el grupo establece de una vez por todas. Lo lógico es que el grupo revise su visión común de vez en cuando, al menos cuando la propia historia del grupo le lleva a reconsiderar algunos de sus planteamientos iniciales. No se trata de volver a pasar por este difícil proceso cada año, pero sí contar con la flexibilidad suficiente como para incorporar algunos cambios que parecen naturales con el tiempo. Igualmente importante es que cualquier persona que quiera incorporarse al grupo más tarde tenga conocimiento inmediato de su visión común, y que pueda decidir su incorporación a partir de una reflexión meditada de este documento.
* Como ejemplos de técnicas de creación de visiones compartidas cabe citar el método de Historias del Futuro, desarrollado por Warren Ziegler y expuesto por Andy Langford en su manual Designing Productive Meetings and Events (se puede descargar gratuitamente desde http://www.selba.org/SelbaPublicaciones.htm), el método desarrollado por el Rocky Mountain Institute y expuesto en el libro Economic Renewal, la técnica conocida como Indagación Apreciativa (http://en.wikipedia.org/wiki/Appreciative_inquiry), o los diversos ejercicios aportados por Diana Leafe Christian en su libro Crear una vida juntos (ed. Cauac).
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