30 jun 2015
Serenidad
Siempre viene bien un poco de serenidad, un horizonte limpio y sin nubes en la raíz de la palabra, un alma tranquila, apacible, límpida, en su significado moderno. No es extraño que nuestro horizonte interno esté cargado de nubarrones, ideas no contrastadas, prejuicios, apegos, recuerdos emocionalmente activos, expectativas imposibles…, que nos llevan a actuar desde el temor a ser destruidos por nuestra tormenta interior, sin poder ver qué hay más allá de lo inmediato, y a buscar refugio rápido en patrones tan conocidos como inútiles, cuando no perjudiciales, aferrándonos a ideas que una vez hicimos nuestras sin cuestionarnos si todavía nos sirven. De hecho, casi siempre actuamos desde ahí, desde el temor a la gran nube gris que cubre nuestra visión profunda. Un alma serena es un alma abierta a la inmensidad azulada de un cielo y un mar en la que todo se diluye, todas las ideas, pasadas, presentes y futuras. Es un alma abierta a la nada, a ese espacio vacío en el que todo es posible, y del cual emerge todo lo que es. Encontramos serenidad adentrándonos en silencio en un bosque profundo, contemplando el cielo en una noche estrellada, escuchando el rugir de las olas junto al mar, o simplemente cerrando los ojos y respirando, sintiendo que estamos vivos.
3 jun 2015
Notas sueltas sobre la idea de participación
En todo grupo u organización, en una sociedad cada vez más global y enredada, la participación es importante al menos por dos razones: Como necesidad individual la gente quiere que su voz sea escuchada y tenida en cuenta a la hora de tomar decisiones que les afectan. Y como necesidad colectiva, los grupos necesitan suficiente diversidad para generar procesos indagatorios y decisorios creativos e innovadores, capaces de dar respuesta a los difíciles y complejos retos que se les plantean.
A nivel individual se debe distinguir entre la necesidad de pertenencia y la necesidad de participación. La primera es una de las necesidades más básicas del ser humano, tan antigua como él mismo. Ser parte de un grupo, ser aceptado y reconocido por sus miembros, recibir afecto y poder dar afecto, todo ello ayuda a conformar nuestra identidad social, a sentirnos cómodos en un yo que se nutre y crece en la relación que mantiene con otros individuos de un mismo grupo. Por el contrario, la necesidad de participación es más reciente, e implica un salto de conciencia desde un individuo al que le bastaba con 'ser parte', con ser aceptado y acogido, a un individuo que quiere además 'tomar parte' en las decisiones colectivas y que su voz sea escuchada y tenida en cuenta en procesos decisorios a poder ser transparentes e inclusivos. Si antes las decisiones eran exclusiva de líderes y poderosos, el individuo participante reivindica ahora la creación de espacios de participación en los que quepan todas las voces, en los que todos puedan aportar sus conocimientos y experiencias, y en los que algo nuevo puede emerger. Pero así como todo el mundo necesita afectivamente ser parte de algún grupo, no todo el mundo necesita participar activamente en la toma de decisiones, y menos cuando el espacio decisorio se basa exclusivamente en el uso racional de la palabra, algo que no es fácil para mucha gente y que genera diferencias insalvables. Otras formas de participación son necesarias.
La necesidad de participación es reciente porque depende de un individuo consciente de su poder, consciente de su capacidad para influir en procesos relevantes para el y para el grupo del que forma parte, consciente de que el grupo necesita de su participación. Esta conciencia no ha existido a nivel masivo hasta hace relativamente poco, y su aparición coincide con la creciente complejidad de los procesos sociales y la consolidación de los valores democráticos. A lo largo de la historia del ser humano, las decisiones han estado en manos de líderes, más o menos democráticos, más o menos elegidos, pero siempre con el poder para hacerlas cumplir, fuera cual fuera la decisión, aunque hubiera que recurrir a la fuerza para ello. En la actualidad este tipo de liderazgo no sirve, incapaz de dar respuesta a los retos que plantea la complejizacion del sistema social. No es por casualidad que cuando los grupos y organizaciones humanas requieren más participación para afrontar los retos a los que se enfrentan, las personas van ganando conciencia de su ser como individuos participantes, empiezan a reconocer su necesidad de participación, de mostrarse activos en aquellos procesos de los que forman parte.
La necesidad de participación, individual y colectiva, desafortunadamente no va acompañada de un saber sobre cómo participar o cómo generar una participación mayor o de más calidad. Habituados a patrones de no participación, a espacios en los que las decisiones se toman por la fuerza, por quienes tienen poder, o por votaciones en las que una mayoría se impone sobre una minoría apenas considerada, cuando no por la intervención de un tercero que dirime entre partes enfrentadas, personas y grupos reproducen inconscientemente los mismos esquemas de dominación encubierta o control de la mayoría en un intento desesperado de “resolver” situaciones difíciles en espacios que inicialmente quieren ser más participativos e inclusivos. En este contexto, la facilitación de grupos es una herramienta que pretende dar respuesta a la necesidad de los grupos de mejorar sus procesos decisorios e indagatorios y alcanzar resultados que satisfagan por igual los objetivos del grupo y los diferentes intereses de sus miembros.
1 jun 2015
Entrevista
Entrevista aparecida en el diario Noticias de Gipuzkoa, el 20 de mayo de 2015
“Camino se hace al andar”, el título de su libro, es una constatación poética. ¿Cómo se traduce a la práctica?
La idea obvia detrás de un título así es que las personas creamos nuestro destino conforme caminamos hacia él, no hay una meta esperándonos o no la conocemos, y lo que importa es cómo hacemos el camino. En la práctica implica ganar más consciencia de las consecuencias de nuestros actos, sobre todo ahora que sabemos que la suma de millones de pequeños actos cotidianos tiene una repercusión enorme en el planeta. Hablo de cosas tan sencillas cómo cerrar el grifo de agua mientras lavamos los platos, apagar las luces que no utilizamos, dedicar tiempo de calidad a la familia y los amigos, utilizar el transporte público, pasear más, poner atención en dónde guardamos nuestros ahorros, saludar a nuestros vecinos, resolver las diferencias a través del diálogo, fomentar una actitud positiva ante la vida, etc.
El Camino del Elder es una transformación total de valores. ¿Cree de verdad que puede lograrse por personas acomodadas a los valores al uso?
A diferencia del líder que nos enseña un camino, el élder nos invita a hacerlo juntos. No nos dice dónde debemos ir sino cómo podemos organizarnos para que podamos encontrar el camino entre todos, a partir de lo que cada uno aporta, respetando la diversidad y la diferencia. El élder ánima y sostiene el espacio de participación de un grupo, o de la sociedad en su conjunto, invitándonos a escuchar todas las voces, a ganar consciencia de las inevitables diferencias de poder que se dan en todo grupo para que no sean causa de abusos, marginación y exclusión. Sus valores son modernos y antiguos. Habla de solidaridad, apoyo mutuo, cuidado, escucha, respeto, conciencia, etc. Todos estos valores forman parte de la larga tradición humanista que define nuestra cultura y que está recibiendo un gran impulso en la actualidad. Ciertamente se opone, o mejor dicho, intenta superar, una idea más individualista, utilitarista o instrumental del ser humano que también está presente en nuestra cultura desde hace unos 150 años, que ha sido valiosa durante un tiempo, pero que ahora mismo es incapaz de encarar adecuadamente los grandes retos que debe afrontar la humanidad, en sociedades cada vez más complejas.
Explique de manera convincente y realista su escala de valores para mejorar la calidad de vida.
Como decía el élder habla de solidaridad y apoyo mutuo, de cuidar las personas y la tierra, de escucha empática y respeto por la diferencia, de ganar conciencia en todo lo que hacemos. Por más esfuerzos que se hacen, la desigualdad social y económica no deja de crecer en todo el mundo. Numerosos estudios demuestran que la desigualdad es un importante factor en la pérdida de calidad de vida general de un país, influyendo en la salud física y mental de las personas, en el nivel de estrés social, en una menor productividad económica, etc. Esto quiere decir que los esfuerzos realizados no son suficientes, que no basta con medidas políticas simples, es necesario llegar al nivel de los valores de la gente a través de la educación y de la difusión de modelos de vida y trabajo que lo están haciendo bien.
Individuo versus comunidad. ¿Es la utopía?
Los seres humanos no hemos dejado de proyectarnos nunca hacia el futuro, definiendo numerosas formas de utopía a lo largo de la historia. Finalmente el resultado de lo que hemos sido capaces de crear juntos depende de numerosos factores, algunos de los cuales ni siquiera podemos controlar. La formación y desarrollo del individuo moderno ha sido un largo proceso de varios miles de años que tiene como principal valor el reconocimiento de todas las personas por lo que son, seres humanos, con iguales derechos y oportunidades. Debemos estar agradecidos por ello. Con todo, es bien posible que estemos entrando en otro largo ciclo de la historia en el que puede no tener sentido seguir aumentando la idea de la libertad individual, de sumar más derechos a un individuo que ya tiene muchos. La comunidad surge en este contexto no para limitar derechos de las personas, sino para proponer un salto en la manera de ver las cosas: juntos podemos más, podemos llegar más lejos, resolver problemas que no tienen solución desde la perspectiva individualista. Necesitamos la sinergía que se da entre las personas cuando se les permite participar libremente en proyectos cooperativos, necesitamos la fuerza y el poder de grupos, organizaciones y comunidades bien cohesionadas y dispuestas a trabajar por objetivos comunes definidos entre todos. Es casi una exigencia evolutiva.
Cuénteme cómo un profesor de Matemáticas llega a la conclusión creativa de regenerar el medio rural.
En los inicios de mi camino personal, y tras muchos años de vivir en una ciudad, pensé que necesitaba reconectar con la naturaleza y con una forma de vida más sencilla, más apegada a lo rural. En la actualidad mis necesidades y mi propia visión ha cambiado. Me interesa más el tema relacional, el cómo podemos crear grupos, organizaciones y comunidades más sostenibles desde el punto de vista social, capaces de organizarse internamente a partir de la sabiduría que tenemos entre todos y de decidir colectivamente nuestro futuro, no dejándolo en las manos de los poderosos sino asumiendo nuestro poder, nuestra capacidad de cambio.
¿Qué van a aprender quienes asistan a su taller? ¿Y en qué consistirá?
El Camino del Élder es un camino de transformación personal y colectiva. Ofrece herramientas para que los grupos, organizaciones y comunidades se organicen mejor, mejoren sus procesos internos de funcionamiento, especialmente a la hora de tomar decisiones y gestionar los conflictos, y consigan así mejorar sus resultados, reforzando su resiliencia y capacidad de adaptación a un entorno cada vez más complejo y en permanente cambio. Y también ofrece indicaciones para desarrollar habilidades personales, sobre todo en relación con la capacidad de escucha y el uso de una comunicación más asertiva y empática, el reconocimiento de nuestros roles habituales y cómo podemos cambiarlos, ganar conciencia del poder que tenemos y cómo abusamos sin querer de él, abandonar el victimismo como estrategia y desarrollar una actitud más creativa ante la vida, etc. En este taller de introducción se presentan las herramientas y técnicas y se invita a los participantes a empezar a desarrollar algunas de estas habilidades. Todas las herramientas y propuestas de trabajo personal están fundamentadas en investigaciones actuales enmarcadas en la teoría de los sistemas complejos, incluyendo ideas que proceden de la psicología social y la dinámica de grupos, de la filosofía y de las neurociencias.
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