'Volamos como pájaros, volamos muy alto'. Creo que fuimos unos 300, casi 500 durante el fin de semana, pero sobre todo éramos muchos, volando muy alto. Eramos muchos en diversidad de lugares de origen, en edades y experiencias vitales, en lenguas y conocimientos almacenados en cada una de ellas, en actitudes ante la vida y en maneras de expresarnos. Muchas fueron las interacciones, los encuentros y los contactos, muchas las palabras que se alzaron, las ideas que se formularon, los acuerdos alcanzados. Muchas las emociones que recorrieron el lugar, que nos acompañaron y sustentaron. Desde el fuego sagrado de las tradiciones hasta el fuego sagrado de las relaciones, desde el campamento Om Sua hasta el tipi de los jóvenes, desde el espacio del arte y la cultura hasta la carpa de plenarias y ecología, desde el temazcal que nos alimentaba el espíritu hasta el pequeño bareto que servía café, atoles y pasteles. Todo esto y mucho más fue el Llamado del Águila, encuentro para la acción biorregional, una aldea de paz con los colores del arco iris que durante diez días se levantó en Temictla, en tierras de Chalmita, a unas decenas de kilómetros del DF.
Vinimos a hablar y hablamos, de ecología, permacultura, ecoaldeas, comunidades, pueblos en transición (consejo de ecología); de salud y del cuidado del cuerpo, de las plantas medicinales y de sus usos, de estilos de vida (consejo de salud); de tradiciones y sabiduría ancestral aplicada a la vida, de rituales y maneras de conectar con lo invisible (consejos de tradiciones y de espiritualidad); de lo que estamos haciendo y lo que hemos hecho, dejamos que los mayores nos contaran sus historias y los escuchamos con respeto, dejamos a los jóvenes que nos contaran sus sueños, que nos hablaran del mundo en el que quieren vivir, y los escuchamos con pasión. Finalmente dejamos aflorar la voz del alma y terminamos cantando y bailando en una fiesta colectiva que nos hermanaba como un único ser, una única voz que llevar al mundo.
Vinimos a sentir y sentimos, en los rituales y círculos que acompañaban al fuego sagrado, en los vaporosos cantos que surgían de los temazcales, con la palabra cálida de ese desconocido que se sentaba o caminaba a tu lado, en la medicina sabiamente administrada por quienes nunca hicieron otra cosa. Nos encontrábamos en una mirada de asombro o de alegría, en una voz de grito o llanto; en un gesto sin palabras que todos sabíamos traducir, en un 'sé que estás ahí, agradezco tu presencia'. Sentimos el silencio húmedo de la noche junto al fuego, la risa de los niños llenar el espacio en un mar de esperanza, el futuro emerger en cada palabra o gesto, en el movimiento de los cuerpos danzando.
Y venimos a disfrutar y disfrutamos, en el baile y en el canto, en el roce de una mano amiga, con la música que surgía en cualquier instante improvisada o que llenaba el campamento en una noche de espectáculo y fiesta. Disfrutamos con la comida, tanto que parecía que nunca llegaba el momento de sentarse y comer, o tal vez es que nunca llegaba el momento. Disfrutamos de la amabilidad, el buen hacer, las palabras sabias y amables de quienes tanto hicieron por que este encuentro fuera real.
Disfrutamos y nos comprometimos. A alimentar la energía que nos impulsa, a hacerla posible en la cotidianeidad de los días, a cambiar el mundo en cada instante, a mantener la voz en otros foros, a seguir creando, creciendo, volando. Pues 'volamos como pájaros, volamos muy alto, alrededor del cielo, con alas de luz'.
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