Mientras dormía, una voz me preguntó:
¿Quién eres? con ingenuidad respondí, Ulises, o José Luis, o como quieras llamarme.
La voz siguió: gracias, ahora sé tu nombre, pero dime, ¿quién eres?
pensando un poco más dije que era un hombre, a punto de cumplir los 50, felizmente emparejado, sin hijos.
Gracias, dijo de nuevo la voz, ahora sé tu edad y tu estado civil, pero ¿quién eres?
Casi con irritación, respondí que era una persona con intereses muy variados, que mi vida me había llevado a diferentes lugares del mundo siguiendo inquietudes que no terminaba de comprender, que había estudiado matemáticas, filosofía, resolución de conflictos, facilitación de grupos..., en búsqueda permanente de algo que se me escapaba.
La voz no perdió la calma y de nuevo me agradeció la respuesta, ahora sabía lo que había hecho en mi vida y lo que me inquietaba, pero no pareció satisfacerle porque me volvió a preguntar: ¿quién eres?
Un beso, una caricia, una palabra, le dije entonces, mientras mi voz pasaba de la irritación a la ensoñación. Soy el mar, soy las olas, soy agua y sal, tierra y fuego, aire y silencio. Soy una montaña de ancha base, un volcán que escupe palabras incendiarias, un río sin principio ni final. Soy un eco que reverbera en la noche, soy la próxima estrella fugaz.
Soy tus ojos, si necesitas ver, soy tus manos, si necesitas hacer. Soy tu recuerdo cuando no estás, soy tu apoyo y tu sostén. Soy el que se acurruca a tu lado, el que te mira con ojos traviesos, el que saborea tu sonrisa. Soy el deseo y lo deseado, soy placer, dicha, alegría y diversión; y soy también esfuerzo, decisión y compromiso.
Soy expresión de vida, soy vida. Nací con el universo, moriré con él, o tal vez no muera nunca.
La voz había desaparecido. Y yo me desperté con los primeros rayos de sol.
Simplemente precioso Ulises.
ResponderEliminarSaludos.